jueves, 1 de octubre de 2009

En los tiempos en que la primavera era eterna..

Entonces le pregunté a la primavera: "Por qué las
flores de los ciruelos mueren tan pronto si son ta
hermosas?" y ella me respondió con un frío mirar
"No tienen porque ser eternas, simplemente nacen
y muere como todo"... La miré, quise llorar.
Primavera envidiosa! tú eres eterna y pretenciosa,
acababas con la hermosura de las humildes flores que
soñaban en lo alto de sus árboles con llegar a tocar el
cielo!

Desde entonces odié a la primavera por primera vez,
sin siquiera imaginar que ella sentía mi odio y planea-
ba vengarse. Sin piedad, un día bajo sus rayos débiles,
arrebató mi alegría y mis sueños, mis metas y mi
energía. Por un largo tiempo, la época del "amor" se
convirtió en mi dulce condena, por un largo tiempo le
lloraba a la luna pidiéndole ayuda con aquella envidio-
sa que terminó por quitarme la vida poco a poco...

Un día mi verduga se apiadó de mí y me dijo:
-Aún crees que soy envidiosa, verdad?
-Lo creo aún más!
-Podrás perdonarme algún día?
-Me robaste todo!
-Lo tendrás de vuelta si me dices un deseo que pueda
cumplirte en forma de perdirte perdón.
-Yo quiero... yo quiero que exista un tiempo de eterno
amanecer, donde el calor nos inhunde!, una época de
llorar infinito, donde se hiele hasta el corazón más cálido
y un periódo de hermosos colores, donde las flores no
sean las protagonistas, si no las hojas que son tan humil-
des como la más pequeña de las flores de ciruelo...
-Y qué será de mí?
-Serás una más entre mis nuevos tiempos... Serás sim-
plemente P R I M A V E R A.

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